"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 26 de julio de 2025

Madre amantísima

 


Ya sé por qué se dice aquello de una imagen vale más que mil palabras. No porque contenga las palabras, sino porque ha desalojado las palabras. Ha apagado todos los ruidos. Ha ensordecido las demagogias. Ha expulsado a los populismos. Ha hecho trizas los nacionalismos. Ha cuestionado todas las ideologías. Ha dejado de adorar a todos los dioses. Ha cargado contra cualquier clase de hipocresía. Ha derribado la falsa y doble moral. Ha puesto en evidencia la supuesta buena voluntad humana. Ha eliminado cualquier atisbo de esperanza. Y lo que nos va a saber peor a los espectadores: una imagen nos recuerda imágenes de nuestro pasado y se sugiere como una posibilidad de futuro porque no hay dios ni tribuno ni mandatario que nos libre del peligro de cuanto expresan ciertas imágenes. Aunque nuestro anhelo más íntimo es sabernos protegidos por una humana madre amantísima, desesperada pero capaz de regenerar el mundo.

Claro que siempre habrá quienes digan que son imágenes generadas por inteligencia artificial.


*Fotografía tomada de un medio de prensa de estos días donde se hace evidente la maldad del Estado invasor y depredador sobre Gaza. 

viernes, 25 de julio de 2025

¿Te produce repugnancia?

 


¿Te repugna la piltrafa? ¿Hiere la imagen tu sensibilidad acomodada? ¿Pasas página y te vas a jugar al pádel? ¿Das gracias a tu dios particular de que no te veas tú o tus hijos de esa guisa? ¿Estás preparando el menú de la comida con dramáticas dudas sobre lo que vas a cocinar? ¿Has pasado por el retrete y has sentido a tus intestinos acordes con tu nutrición tripera? ¿Caminas por la calle peripuesto o peripuesta tras una ducha de agua abundante y geles varios bien oloríferos? ¿Vas de sonrisa que suscita empatía por doquier? ¿Te has tomado ya un rico y surtido desayuno? ¿Has quedado con alguna amistad para el aperitivo del mediodía? ¿Te quejas de que te has despertado más de una vez por la noche pero te tranquiliza saber que de nuevo te espera dentro de unas horas una cama rica y bien acolchonada? ¿Te asusta un ruido repentino por algo que se ha caído pero que solo ha causado ruido? ¿Te dispones a incorporarte a un curro más o menos digno o bien te sientes seguro con tu cobro del paro? ¿Paseas con el gusto de mirar los escaparates o sentarte en un banco sin tener que salir corriendo por nada? ¿Contemplas los edificios enteros de tu ciudad y te entretienes en los parques bien cuidados? ¿Te sentarás a la hora de la comida con los tuyos sin temor a que te pase nada, como no sea una indigestión, pero en modo alguno que te peguen un tiro? Etcétera.

No mires la imagen, ni esta ni otras que salgan por los medios si te da repelús. Incluso puede que te tiente pensar que pueden ser imágenes falsas. Alguna vez te habrán contado que existió el nazismo y que millones de humanos fueron perseguidos: disidentes liberales, izquierdistas, obreros sindicados, gitanos, homosexuales, cristianos antinazis, exiliados antifranquistas, judíos. Porque la lista de los perseguidos fue amplia y varia y si hubo una soah lo fue para todos, aunque se la puede nombrar de otro modo, crimen generalizado, por ejemplo. Lo que no te esperabas es que hoy tengan una práctica criminal descendientes de perseguidos de aquella infausta etapa mundial. Que el genocidio sea ejecutado por quienes tienen en su historia haber sido víctimas de otro genocidio. Pero simplemente es porque desconoces la violencia con que ya se constituyó el Estado de Israel. Mientras, si te queda una pizca de sensibilidad, si dispones aún de un espacio de bondad solidaria con otros humanos que no saben sino del sufrimiento sin fin, ¿qué piensas del silencio y la inacción de tu Europa, de tu Occidente, de las bellas ideas ya ajadas y cada día más marchitas? 



miércoles, 23 de julio de 2025

Lo iracundo

 








He tenido que salir corriendo de casa de Wang, estaba insoportable. Pensé que solamente cargaba contra mí pero enseguida me di cuenta de que los demás de su familia estaban aguantando también sus imprecaciones gratuitas. ¿Siempre es así, Cao? Eso es lo más curioso, que de ordinario es alguien afable, que se entrega a los demás, pero tiene un defecto. Quiere que todo sea como él pretende. Y si se le lleva la contraria y no entra en sus cálculos lo que proponen otros se cierra en banda, o bien, como antes, monta en cólera. A veces cuando está más tranquilo y se le hace ver que la furia que emplea no dice nada a favor suyo ha replicado que también hay genios o diosecillos iracundos. Como si recurrir a personajes fantásticos justificara su conducta. ¿Por qué tiene que ser así, Xiao? ¿Contra qué o quién se emplea alguien que se deja llevar por la ira? Mira, Cao, es complicado saberlo y más en este caso. No conozco a Wang, pero sospecho que un iracundo se venga de alguna manera del mundo personificando su irritación en otros. Pero el mundo es una generalización, Xiao, tiene que haber algo más. Por supuesto, simplemente que no acepta a la gente que es objeto de su furia cuando no sigue sus reglas. O bien algún tipo de venganza oculta, acaso no justa, pero que no puede controlar. Acaso sus insuficiencias o limitaciones, no poder llevar a cabo algo que desearía, le condicionan para tener esos arranques que muchas veces recuerdan al odio. ¿Pero entonces, Xiao, no es odio? No necesariamente. Pienso que acaso es su incapacidad para soportarse íntimamente la que le violenta y necesita desahogarse aunque paguen por ello los que tiene más a su alcance. ¿No has observado, Cao, cómo suelen ser los próximos los que más sufren su iracundia? Con gente desconocida o de escasa confianza no se atrevería. Y como bien has dicho antes, la ira no es propiedad del más desgraciado de los seres, sino que afecta también a individuos llenos de buena voluntad, a personas solícitas y amables. Pero tienen ese instante, esa oscuridad repentina que les perturba y complica la relación con otros. Luego habrá que huir de los iracundos, ¿no, Xiao? Al menos, amigo Cao, habrá que huir de la tempestad que pueda desencadenarse. Cada cual debe distinguir cómo hay que tratar al prójimo, ¿no te parece?



*Fotografía de Lee Jeffries

lunes, 21 de julio de 2025

Lo crédulo

 











Cao, ¿tú te crees todo lo que te van contando? La pregunta de Xiao me ha pillado desprevenido. ¿No debo?, respondo. No debes, dice Xiao taxativo. Considero a Xiao una persona abierta y medida en sus juicios, incluso tengo en cuenta muchas de sus opiniones. ¿Por qué ahora me hace dudar de él mismo? Ya sé lo que piensas, Cao, dice, que tampoco debes creerme a mí, o no creer todo lo que te digo. Puede ser un buen sistema de autodefensa. Desde que nacemos nos llevan por una senda de creencias. Todo lo consideramos aceptable solo porque las ideas o, si quieres, las informaciones, nos llegan de personas aparentemente tan fiables como nuestros padres. Más adelante, la escuela o cualquier otra institución que se reclama de la enseñanza, toma el relevo, en paralelo incluso con nuestras familias. Por medio siempre hay alguna religión que se ofrece elevada sobre todo el mundo práctico y pregona normas de conducta muy íntimas que, nos dicen, debemos acatar para encontrar sentido a la existencia. ¿No te has preguntado nunca a qué viene tanto esfuerzo denodado de unos y otros para que traguemos su visión del mundo, de la vida en general y de las personas en particular? Y lo más hiriente. Nos insisten en que si no aceptamos su punto de vista estamos en el error, seremos infelices si no desgraciados, y se nos negarán esos mundos irreales y fantásticos que nos venden como salida a las posibles angustias. ¿Has pensado alguna vez si no serán ellos los causantes de la angustia humana?   

Xiao ha cortado de pronto su desahogo. Él no sabe que yo voy dejando de creer muchas historias que no son sino eso, historias, narraciones, cuentos para mantenernos niños sumisos el resto de nuestras vidas.



*Dibujo de Josep Lada representando al literario soldado Svejk.

sábado, 19 de julio de 2025

Lo callado

 












Hoy estamos de pocas palabras, Xiao. ¿Y eso es malo, amigo? Puede ser un excelente síntoma de que nos relajamos, me replica. Así, Cao, mientras callamos observamos este páramo y la alternancia de los colores que la luz multiplica. La gente sometida a la vorágine pierde el tiempo en considerar lo que le rodea. Y el paisaje no tiene precio, alimenta nuestra mirada y con esta oxigenamos la mente. Porque un paisaje lleva infinitas vidas cuyas voces nos llegan. Las aguas, el viento, la vegetación, las aves, el ganado disperso, el rugir del cielo cuando hay tormenta, todo ello nos acompaña y sin duda que estaba ahí antes de que los hombres nos consolidáramos como ilusos y ridículos propietarios de la vida exterior. Entonces, Xiao, si la vida natural que nos rodea nos proporciona paz ¿por qué huimos tanto de ella cuando no nos ensañamos destrozándola? Los humanos, Cao, somos desconsiderados. Tendemos no solo a olvidar lo que la naturaleza ha dado a nuestra especie sino que obramos como hijos traidores y desagradecidos. Simplemente no valorando el suelo que pisamos somos injustos. La vida humana, tan compleja pero real, contiene mucho de artificio. Es como si los humanos hubiéramos creado un mundo que se explica por sí mismo y que tiende a entrar en choque con los otros mundos. ¿Vivimos, Xiao, tan enclaustrados en nosotros mismos que no sabemos mantener una armonía saludable? Mira, Cao, la armonía siempre es un concepto endeble, es en realidad un juego de tensiones, y el derroche de palabras que solemos utilizar no siempre es útil para el entendimiento, sino que puede, y de hecho sucede, bloquear nuestra naturaleza íntima. Y el bloqueo ya sabes a qué puede conducir. A desahogos incontrolados, a desajustes en las relaciones, a una catarata de ideas y palabras mal encaminadas, a una carrera de colisiones con otras personas a las que percibimos competitivas. Y el frenesí ciega. Por lo tanto, Xiao, ¿te parece que el hecho de que hoy vengamos con pocas ganas de comunicarnos es muy apropiado? Xiao no reprime la carcajada. Veníamos, porque ya ves que una simple frase inicial ha dado lugar a uno de nuestros juegos retóricos. Ahora, si quieres, quedémonos sentados sobre estas piedras divisando la geometría del paisaje, sin pensar ni decir absolutamente nada.

Arriba el cielo, nuestros pies en la tierra, el horizonte inalcanzable. La mirada perdida. Desconexión.


  

jueves, 17 de julio de 2025

Lo fugitivo

 









Te diré, Cao, que hoy he tenido la sensación de que no despertaba. ¿Te asustaste, Xiao? No, al contrario, esa sensación me producía paz, una especie de estar y no estar en cuya lasitud permanecía sin tiempo. Nada me dolía, los pensamientos no me afectaban, no me acuciaba urgencia alguna, ni siquiera hacían acto de presencia los recuerdos; en fin, algo tan extraño como placentero. Xiao pone una sonrisa benéfica a medida que relata su modesta experiencia que él considera grande. ¿En algún instante te parecía que habías muerto? Oh, no, Cao, la muerte no depara sensaciones sino carencia o, si prefieres, una anulación donde ni tú mismo cabes ya porque te has fugado. Pero a mí me parece, Xiao, que de alguna manera lo que sentiste era una fuga. Probablemente, Cao, pero una fuga dentro de la fuga que ya es de por sí vivir, una fuga que no improvisaba, que me llegaba sin conciencia ni proposición alguna, tal vez un efecto del sueño reciente que aún me sujetaba con su larga mano posesiva. No te sorprendas, pues, si hoy me observas huidizo, ignorando obligaciones, desviando cualquier motivo de reflexión, dando la espalda a las palabras en las que nos perdemos a todas horas.

Xiao se ha sentado junto al pozo del huerto de la bella Wei. ¿Lo hará por casualidad o dirigido por esa sensación duradera de la que me ha hablado?



*Fotografía de Masha Ivashintsova

domingo, 13 de julio de 2025

Lo energúmeno

 










Xiao, vengo acalorado. Para llegar hasta aquí he pasado por el mercado y había montada allí una trifulca que no tenía visos de arreglarse. Ciertamente, me he asustado. Respira, Cao, parece que lo que has visto te hubiera enajenado. No era para menos, Xiao. Unos energúmenos estaban empeñados en tirar los puestos de los modestos provincianos orientales cuyas provisiones no están bien vistas por algunos comerciantes locales que culpan a aquellos de competencia ventajista. Los malos modos, las amenazas, las expresiones que utilizaban contra esa gente foránea, el intento de sumar a los clientes habituales a su furia iba tomando cada vez peor cariz. La guardia, que lo presenciaba todo a distancia, no tomaba cartas en el asunto. El ruido iba a más, se esgrimían palos y alguno ya estaba echando mano a una daga que llevaba escondida, así que no me pareció oportuno verme envuelto en semejante avasallamiento. ¿Por qué tiene que haber esa clase de individuos que todo lo fundamentan en la violencia, como si esta fuera una solución? Mira, Cao, la violencia pocas veces tiene justificación, y menos si proviene de minorías que acaso cuentan mentiras y difaman a gente más humilde pero no menos honrada. Como no saben defender razones, acaso porque no las tienen, recurren a meter miedo, a chillar más que nadie, utilizando las desavenencias y problemas que puede haber en cualquier parte para hacerse notar y conducir por mal camino a las masas. Una actitud de este tipo puede llevar a una escalada de choque social de dimensiones peligrosas. El energúmeno es un personaje execrable, rayano tantas veces con el comportamiento delictivo. Yo pensé, Xiao, que se había reducido el número de esta clase de bestias humanas, porque erradicar debe ser algo imposible. Pues ya compruebas, Cao, y lo que has visto te debe servir de aprendizaje, que su presencia, tantas veces recóndita o adormilada, sigue ahí. Esos perturbadores siempre están predispuestos a la ocasión propicia. Lo que hay que preguntarse en estos casos es quién mueve los hilos por detrás y con qué fines abyectos incitan a la violencia. Pero ya lo irás viendo poco a poco.



*Imagen de Michal Macku

viernes, 11 de julio de 2025

Lo rebelde



 






Qué confuso y variable es el lenguaje, Xiao. De niño me llamaban rebelde si no paraba o si llevaba la contraria o si no obedecía. De joven me llaman también rebelde porque dicen que no acepto fácilmente lo que es obligatorio y hay que cumplir. Pero ¿acaso lo obligatorio es algo admitido libremente o es una determinación particular por la que quieren que pasemos todos? ¿Es el destino del hombre ser un constante rebelde? No está claro, Cao, si no estar de acuerdo con una situación o con acontecimientos y leyes significa ser rebelde o simplemente disentir. Naturalmente todo depende de si otros te dejan o no participar de un criterio diferente, al que tú consideras propio y respetable, o si tu rebeldía se ensaña con lo establecido incluso con contundencia porque no hallas márgenes donde hacerte valer. Yo me pregunto todavía si uno es rebelde por naturaleza o porque la obcecación de los poderes en vigor no quieren adaptarse a los tiempos y a las necesidades cambiantes. Quién sabe si la rebeldía insana, la contra rebeldía, no será sino la de quienes no quieren que nada se modifique para sostener sus propios intereses y privilegios. Entonces, Xiao, actuar rebelde ¿no será una cualidad innata del individuo? Algo aún puro, necesario para que el mundo gire, útil para que los seres humanos mejoren. De hecho lo es, Cao. Pero la sociedad exige para ser aceptado que pases bajo el arco de sus prescripciones y normas, de sus exigencias y condiciones, de los caprichos de los que dominan y de sus planes de dominación. En fin, todo un laberinto donde cualquier humano puede perderse y ser víctima de los que se postulan como hacedores del funcionamiento público. Yo veo en la rebeldía una actitud ética, Xiao, y no solamente una rabieta o una discordia. Xiao se sumerge en una mirada perdida, como si los argumentos razonables fluyeran de una larga experiencia protectora. No andas muy descaminado, amigo, dice por fin. Sin un atisbo rebelde todo se perpetuaría en una aquiescencia caótica incapaz de dar satisfacción a los individuos que nos arrastramos por este páramo con frecuencia inhóspito.



miércoles, 9 de julio de 2025

Cuando Xavier de Maistre viajaba alrededor de su habitación

 


"¿No es el deseo eterno y nunca satisfecho del hombre el de aumentar su poder y sus facultades, el querer estar donde no está, recordar el pasado y vivir en el futuro? Quiere ordenar ejércitos, presidir academias, quiere ser adorado por las bellas, y si posee todo esto, añora entonces los campos y la tranquilidad, y envidia la cabaña de los pastores: sus proyectos y esperanzas se topan sin cesar contra las desgracias reales inherentes a la naturaleza humana; no sabría encontrar la felicidad".


Simplemente me ha gustado este párrafo del libro que escribió durante su arresto domiciliario a consecuencia de un duelo. Voy a seguir con su Viaje alrededor de mi habitación.



domingo, 6 de julio de 2025

Lo fatuo

 












Te veo molesto, Cao. A tu edad no deberías tener muchos motivos, o al menos los justos. No puedo evitarlo, Xiao. Me he encontrado con Peng y me ha soltado un discurso tan jactancioso sobre el empleo que ha conseguido y cómo le va a permitir codearse con gente de otra posición superior a la nuestra que no he podido por menos que dejarle con la palabra en la boca. No soportaba su exhibicionismo fafarachero, que no sé si lo habrá logrado por méritos, pues ya se sabe cómo algunos disponen de influencias que dejan a otros, acaso más preparados y valiosos, fuera de la oferta. Cao, te vas a encontrar mucho fatuo en esta vida. Aquellos que presumirán de lo que tienen y aquellos que aparentarán de tener. Los peores los que presumen gratuitamente y te hablan de una situación elevada donde solo hay humo. Estos se prestan al coro de otros soberbios y están dispuestos muchas veces a hacerles favores poco dignos. ¿Incluso a cometer traiciones, Xiao? Incluso a vender a su propia madre, sobre los que incluso los genios maléficos de las historias que nos contaron se quedan cortos. Entonces, Xiao, ¿cuál es la mejor conducta ante ese tipo de individuos? Primero tener claro que no por tener más o mejor eres alguien más digno o, mejor dicho, simplemente eres. Está muy extendido socialmente que eres en cuanto tienes, y para muchos no solo es el objetivo sino también el desenlace, aunque me temo que se trata de un desenlace falso y causante de discordias. Y después, sin duda, ignorarles, Cao. Es más práctico. Lo que te digan evita que ni siquiera entre por tus oídos. Evitarás malestar en ti y sortearás el rechazo hacia esa persona presuntuosa.



* Obra de Manolo Sierra

jueves, 3 de julio de 2025

Lo incierto

 














Me da hoy en pensar, Cao, cómo todo el mundo da por hecho que tiene por delante un futuro. Lógico, Xiao, ¿no crees? Si no lo das por hecho no tendría uno muchas ganas de seguir para adelante. Pero esa es la cuestión, Cao. Que dar como obvio, o mejor dicho, suponer que se tiene futuro solo es algo potencial. Es lo más probable pero no se puede asegurar puesto que se trata de un tiempo no existente, al menos todavía. Te encuentro muy reflexivo esta mañana, Xiao, aunque dices una perogrullada. ¿A dónde quieres llegar? Xiao tiene hoy una mirada extraviada. A que la gente vive, bueno, todos vivimos dando como certeza lo que aún no se tiene. Y ¿hay una posesión más interesante y necesaria que el propio tiempo? En nuestro plan de vida, el que damos por descontado, no solo existe el pasado o lo que vivimos al día, sino que incluimos algo incierto, algo que aún no existe, como si lo viviésemos. Todo el mundo se prepara y actúa pensando en el día siguiente. Tal es la urgencia humana por anticiparse a los propios acontecimientos. Necesitamos siempre sentirnos un poco demiurgos de nuestras vidas. Como si todo dependiera únicamente de uno. Resulta incierto no solo si habrá ese tiempo sino que también son imprecisos y bastante soñadores los proyectos que se trazan. Quien más o quien menos se deja arrebatar por ilusiones, pues las ilusiones no disponen de tiempo. Aunque no te extrañe que muchos prefieran vivir una vida sin grandes novedades, prácticamente monótona, mientras otros arriesgan y hacen lo posible por comerse el mundo. No hay nada que no se diera ya ayer, Xiao, así ha sido casi siempre. Yo ese casi siempre, Cao, lo reduciría aún más. Elegir la vida que se querría llevar no se  ha brindado a toda la humanidad, y una buena parte de ella aún la tiene más dudosa. ¿Ves lo incierto que es saber si llegaremos a mañana? ¿Y además cómo llegaremos?

 



 

martes, 1 de julio de 2025

Lo onírico

 










Xiao, de los sueños se ha hablado mucho. Me refiero a los sueños mientras se duerme, pero ¿no hay acaso un mundo onírico en la conciencia de los hombres? Este mundo, Cao, más que onírico es anhelado. En lo onírico de verdad se vive entre lo realizado y lo pendiente de realizar, pero sin control. En el sueño del hombre despierto lo que se incentiva es el deseo insatisfecho que quiere ser traducido en logro. Una vez, Xiao, me hablaste del devaneo poético de Li Bai sobre la mariposa que soñó Zhuang Zhou. ¿Acaso hay frontera entre lo onírico y lo deseable? Prueba, Cao, a soñar que eres una mariposa o una lagartija, del mismo modo que yo siempre me veo como una libélula que me piensa a mí mismo. Y luego me cuentas.



lunes, 30 de junio de 2025

Pongamos que ni uno ni el otro son los mismos

 



Pongamos que ni Dalila ni Sansón son de Rubens. Que salieron de las manos de un aprendiz copista y avezado a la sombra de Sorolla. ¿Y qué? ¿Sería menos bello? ¿Expresaría el episodio fantástico del forzudo y la traidora con otros cánones? La polémica viene de hace tiempo y sale de vez en cuando en la prensa. Hay especialistas en arte que cuestionan la autoría del cuadro de la National Gallery, pero la National Gallery, que seguramente hereda la tradición orgullosa y pragmática made in UK, no da el brazo a torcer aseverando la autoría del pintor flamenco, contando para ello con otros especialistas. El tema nos remite al más recurrente de cuántas obras no habrá en museos que no respondan a autorías originales, algo que no me preocupa en absoluto, pero que desde el punto de vista de la Historia del Arte convendría tener claridad al respecto. No, por mi parte no voy a restar contemplación y respuesta emocional a lo que me transmite el musculoso rendido -¿a una pócima o a un orgasmo?- en los brazos de la vendida a los filisteos. Si fuera de Rubens me maravillaré porque Rubens me gusta mucho desde que hace años lo descubrí en toda su apasionante monumentalidad El Prado. Si fuera de un copista de la escuela de Sorolla me admiraría por saber que plasma un cuadro, probablemente desaparecido, de un maestro de siglos antes,  y lo reproduce con una maestría nada objetable. 

Pongamos, de otra parte, que una Virgen recompuesta no es la Virgen original. ¡Cómo si hubiera vírgenes originales! Todas las vírgenes del cristianismo proceden de las diosas de todas las culturas anteriores y paralelas, incluso de las paleolíticas. Hay un continuum en la idea de reproducción de las diosas. La Virgen cristiana sería una diosa pero dependiente de la mentalidad patriarcal aún dominante. Sería una adaptación de aquellas diosas denominadas paganas por la religión dominante, pero reconvertida a las ideas doctrinales que la institución ad hoc fue marcando desde el Concilio de Nicea. Pero el problema para muchos de fe ciega no es este. El problema angustioso es que la cara de una escultura, una reproducción de ficción, un rostro de fantasía adorado durante los últimos cuatro siglos y que ha suscitado tantas emociones a fieles seguidores de tal Virgen les parece que no es el mismo, luego ya no es lo mismo. ¿Cambiaría por ello la comunicación entre el fiel y la adorada estatua? ¿Quebraría la misma fe por ello? Pero en las afectaciones psíquicas y emocionales del personal no me meto. Cuando en una recomposición los restauradores han modificado facciones del rostro, produciendo sin duda otro gesto, ¿cómo es posible que haya suscitado tanto rechazo? Está claro. Los dioses y las diosas, como las vírgenes, no existen sino en el imaginario personal y/o colectivo que si le mueves un elemento se encuentra perdido. Los detractores de la restauración de esta virgen prefieren, a tenor de las protestas, un rostro tradicional al que estaban hechos y no el más tristón y afectado resultado del arreglo. Esta no es mi virgen que me la han adulterado, probablemente digan. Y lo que no dicen: es que entonces también yo -mis creencias, mi entrega emocional y sensorial, el sentido que yo he tenido con ella, etc.- me habría adulterado. En fin.

Se ve que aquello de que somos animales de costumbres, y esto vale tanto para los de la National Gallery como para los de Sevilla, sigue en vigor.


 

viernes, 27 de junio de 2025

Lo provecto

 












¿Me ves viejo, Cao? La pregunta de Xiao me inquieta. Nunca te he visto como un viejo, le respondo. Él insiste. Pero ahora, últimamente, ¿observas en mí el peso de la edad? Estoy cargado de arrugas, muchas anticipadas, mi sonrisa es cada día más morosa, mi andar más pausado y el pensamiento se desarrolla con lentitud cuando no con despiste. Eso, el despiste, es lo que más me preocupa. ¿Qué te digo?, se me ocurre. Creo que exageras, que haces de tus comportamientos algo cambiados o de tus propias transformaciones físicas un problema. O al menos lo anticipas. Tal vez, Cao, y es que uno tiene rachas. Saco la lengua al espejo y no tiene el color más saludable o trato de iluminar mi cara y es como si me faltasen motivos o al incorporarme de pie me cruje dolorosamente la rodilla, ah, y aunque argumento mentalmente me cuesta luego hilar un discurso ante otras personas. Eso, Xiao, es que tienes dudas sobre ese mismo discurso, no es otra cosa. Yo estoy en edad de ser más tajante pero basta que alguien se me plante delante señalando razones que yo no había considerado para que mi posición quiebre. Será solamente cansancio, porque razones para sentirse inseguro nos sobran a todos. Quiero pensar, Cao, que los años son nuestros verdaderos maestros. Los años y los poetas que mejor hablaron de la vida. Con frecuencia recito unos versos de Bai Juyi: "En días de juventud me asustaban días y meses / en edad de senectud no me afligen ni luz ni sombra", pero no estoy convencido de que yo piense así. ¿Ves, Xiao? Eso es que no has llegado a la edad provecta. Y que no obstante algunos rasgos fisiológicos vayan perdiendo lozanía tu mente pensante permanece más madura que nunca. Xiao esboza un rictus más animoso. Debe ser así, suelta, porque tampoco me siento abandonado por mis ímpetus sensuales, aunque estos se hayan distanciado de las urgencias de antaño. ¿Es interesante la escritura de Bai Juyi, Xiao? Es necesaria, mi joven amigo, porque mira, no te he cantado la segunda parte del poema, pero te la digo para que veas su honda capacidad reflexiva y, sobre todo, digerida: "Para aprender la igualdad en la enseñanza del vacío / une en la mente vejez y lozanía, muerte y vida". ¿Te gusta? Me parece sabia la conclusión, Xiao, pero aún estoy lejos de sentir el poema más allá de la superficie de mi piel.

Xiao ha esbozado un gesto amable y relajado, voy a llamarlo sonrisa. Es así como me gusta verte, le digo. El poder de la palabra puede destruir pero también activar la sangre, Cao. Y si la sangre agita aunque ya no hierva es que hay aún vida.




*Fotografía de Lee Jeffries.

miércoles, 25 de junio de 2025

Lo pusilánime

 










Ayer vino mi hermano mayor con un permiso del cuartel. Me contó infinidad de anécdotas y le encontré orgulloso y envalentonado. A mí me dieron escalofríos al escucharle algunas de las situaciones que está viviendo y debí poner cara de susto porque él se echó a reír. Eres un pusilánime, me dijo de pronto. Tendrías que acompañarme en lugar de dedicarte a tus estudios y tus letras. ¿Seré un pusilánime solo por no participar de las situaciones de riesgo que él me relató, Xiao? Xiao se rasca el mentón. Para él, ya se ve que sí, Cao, pero él está en el bando de los que han decidido que tienen que sacar pecho de su posición y en esa actitud construyen sus razones. ¿Por qué va a ser más débil quien opta por ejercitar su mente y dedicación a lo que no son las armas y la preparación para la guerra? Además un pusilánime no es quien reacciona y opina ante lo conocido sino quien se espanta por lo que ignora y no sabe valorar, quien por sistema se retrae ante cualquier motivo que le compromete su pasividad. Un pusilánime es quien entrega gratis su pensamiento al pensamiento de otros, quien abandona cualquier esfuerzo de tener criterio por sí mismo, simplemente porque así se halla más cómodo. Prefiere que otros decidan por él aunque corra el riesgo de pagar caro su sometimiento. No creo que sea tu caso, Cao, por lo que te conozco. Que te dediques a actividades distintas de las que se dedica tu hermano no te hace  más débil ni más pequeño. Es la fuerza de la mente y su capacidad de elegir la que define al hombre, no la delegación de su vida al interés de otros.

Xiao ha hablado con cierta acritud, pero no le he dicho que yo lo tengo claro. Que no envidio a mi hermano y que las experiencias se pueden tener interesantes y profundas si uno sabe dirigir sus pasos y, sobre todo, si no se vende al primer encantador de serpientes que pasa por delante. 



*Fotografía tomada de Novaya Gazeta.

domingo, 22 de junio de 2025

Lo pensil

 












Ayer al atardecer había templado, Cao. Se podía salir al huerto y allí me quedé un buen rato hasta que anocheció del todo. El vuelo de los vencejos, espectacular y saltimbanqui, me alejó de las fatigas de la mente. No podía quitarme del pensamiento algunas de las contundentes recomendaciones del estratega Sun Tzu, cada día más oportunas pero a su vez más odiosas a tenor de las noticias que nos traen los céfiros. Mas contemplar el imparable ejercicio de los vencejos me ayudó a dispersar las ideas funestas. No en vano dijo el poeta Chuang Tse que el sosiego de la mente cura enfermedades. ¿Sabes, Cao, que los vencejos viven permanentemente en el aire? ¿Que no tocan tierra sino para anidar y poner las hembras sus huevos y cuidar las crías? Te parecerá mentira y nuestra vista no lo advertirá pero toda su vida se desarrolla en vuelos que a nosotros nos parecen agitados y convulsos, y que seguramente lo son para poder combinar todas sus actividades. Alimentarse de insectos, aparearse entre ellos, acoplarse al viento, dormir en su espacio etéreo. Yo los llamo seres flotantes. Me ponen a prueba y siempre me vencen. Trato de seguir la distancia de su vuelo cuando de pronto han cambiado la dirección y ya no sé si están o no están.

Xiao ha callado de pronto. Permanece en un estado sereno. Xiao, ¿por qué observar a los animales nos aleja de la obsesiva fijación en nosotros mismos? No lo sé, Cao. Sólo sé que ayer, cuando la oscuridad no me permitía ni ver la casa del vecino, me entró una apacibilidad que me reconcilió con el animal que mora dentro de mí.



*Escultura de Alonso Berruguete.


sábado, 21 de junio de 2025

Lo maniqueo

 









La cabra tira al monte, dicen, Cao. La permitas lo que la permitas, seas condescendiente con ella, la respetes y alimentes, vendrá a comer y beber de tu mano pero en cuanto puede volverá a sus riscos. Porque lo suyo, lo de la cabra, son los terrenos pedregosos y elevados, donde campan multitud de especies de arbustos, desde los que se creen por encima de los mortales. Así te encontrarás individuos, si no te has topado con ellos ya, que harán ostentación de su orgullo de estar por encima del bien y del mal, pero que en cuanto puedan darán la cara por los que se definen como portadores exclusivos del bien. 

Me parece, Xiao, que quien alardee de estar siempre en el bien, siendo como es un humano sometido a pasiones y ambiciones, es un poco falso. Pero es que esas personas, Cao, definen lo que es el bien con arreglo a sus intereses y pretensiones, y condenan al que no está con ellos a permanecer en un supuesto mal persistente. Entonces, Xiao, ¿no son éticos? Esa es la cuestión, Cao, que la moral, el camino de la conducta es algo conforme a como lo ven ellos, no como una regla general admitida por la colectividad. Pero la colectividad, o parte de ella, Xiao, les sigue y se conduce como ellos señalan. Parte de ella, sin duda, porque las sociedades son duales, se dejan someter y hablan muchas veces con la voz de sus amos. Esa gente dirá que está contigo, que obra a tu favor, que desea que vayas por el recto camino, como si este fuera único. Pero a la postre solo te reconocen si estás con ellos. Dirán que respetan lo establecido, pero buscarán aliarse con quienes quieren supeditar lo establecido a sus objetivos y persecución de beneficios.

Xiao se ha quedado pensativo, pero no quiero que pierda el hilo. Le inquiero. ¿Me previenes por alguna razón en concreto contra esa manifestación caprina de algunos hombres? Amigo mío, es que he visto últimamente sus nuevas maniobras, que no son novedosas, porque siempre han interferido, siempre han mantenido un amplio poder e influencia, y a veces engañaban con una prudencia sospechosa. Pero solo se mantenían agazapados, hasta que circunstancias que les parecen favorables les hace emerger y no saben callar la boca. No creo, Xiao, que solo suceda en nuestro territorio, ese tipo de maniqueos los habrá por doquier. Naturalmente, Cao, los hay entre quienes invocan el Nirvana, o los que evocan el camino sabio del encuentro con uno mismo, o quienes proclaman que su reino no es de este mundo, o muchos otros que hablan de salvación y resurrección desde diferentes doctrinas, pero eso sí, sin renunciar nunca a obtener satisfacciones muy materiales en esta vida. ¿Con algún instrumento de poder en sus manos, Xiao? ¿Acaso tenías alguna duda, amigo mío?

Xiao se ha sentado junto a un juncal. El rumor del agua lenta me aleja del ruido de los hombres. Deberías probar, Cao, dice.



miércoles, 18 de junio de 2025

Por qué hay que leer a Pasolini en estos tiempos

 


Por leer palabras como estas de una entrevista que Furio Colombo le hiciera en 1 de noviembre de 1975:

"- ¿Qué es el poder para ti? ¿Dónde está? ¿Cómo lo haces salir de la madriguera?

  - El poder es un sistema de educación que nos divide en subyugados y subyugadores. Pero cuidado. Un mismo sistema educativo nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta los pobres. He aquí por qué todos quieren las mismas cosas y se comportan del mismo modo. Si tengo entre las manos un consejo de administración o una maniobra de Bolsa, lo uso. Y si no una tranca. Y cuando uno usa una tranca empleo mi violencia para obtener lo que quiero. ¿Por qué lo quiero? Porque me han dicho que quererlo es una virtud. Ejerzo mi derecho-virtud. Soy un asesino y soy bueno.

...

 - Déjeme volver a poner en orden las cosas. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a la arena de tenerlo todo a toda costa. Somos empujados a esa arena como un ejército extraño y sombrío en el que unos tienen los cañones y otros tienen garrotes. Entonces, una primera división, clásica, es 'estar con los débiles'. Pero yo digo que en cierto sentido débiles lo son todos, porque todos son víctimas. Y todos son culpables, porque todos están dispuestos al juego de la masacre. Para tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir".


Por criterios de este tipo merece la pena leer a Pasolini. ¿No son palabras de una actualidad manifiesta en nuestros días, es decir, a estas alturas o bajuras de la Historia?

Estos textos se recogen en el libro Todos estamos en peligro, selección de entrevistas a Pier Paolo Pasolini aparecidas en Editorial Trotta.




lunes, 16 de junio de 2025

Lo permanente

 











Hay imágenes del pasado en que fuimos otros, Cao. Pero, Xiao, aunque crezcamos yo me llamo igual y me siento el mismo de siempre. Xiao está a punto de soltar una de sus advertencias fraternales. No te fíes ni de la impresión que tengas de ti mismo, simplemente porque sí, dice. Solo porque te veas como el hombre que sigue viviendo y adaptándose y a su vez reconociéndose. Ya viejas fotografías nos indican cambios en nuestras fisionomías y corpulencias. En algunos más marcados que en otros. Nos encontramos hoy día con lejanas amistades ¿y somos capaces de identificarlas al momento? Pero no es solo esa la cuestión. Lo de fondo es: ¿cuánto hemos cambiado en actitudes, en modos de pensar, en comportamientos? ¿Y en qué dirección lo hemos hecho? ¿Han sido cambios para ejercicio del bien y mejora de la convivencia o para enfrentarnos maliciosamente con el otro cuando no contra el mundo? Nuestras ideas, ¿han sido capaces de evolucionar de manera abierta y prestándose a interpretar la vida? ¿Han progresado pensando en la cooperación con los demás hombres? ¿Han ido dirigidas, no solo al goce y el beneficio personal, sino a la transformación de las condiciones de vida? 

Me abrumas, Xiao, no he vivido tanto como tú como para digerir estos pensamientos a la primera. No pretendo abrumarte, Cao, solo transmitirte percepciones que voy comprobando, que no intentan influir en ti, pero que te regalo, porque también hay que obsequiar a los otros con pensamientos sensatos y dudas constructivas. A lo largo del tiempo me he ido encontrando con viejos amigos en los que he observando renuncias, contradicciones, olvidos, traiciones y pérdidas de su propio norte. Tal vez sea parte de esa adaptación a la vida a la que nos vemos obligados. Pero en medio de tantos cambios, ¿cuánta inteligencia, sensatez y sentido cooperativo se ha cultivado o bien se ha desechado? ¿Sabes, Cao? Admiro a los hombres que pudiendo haberse agotado en sus ilusiones transformadoras o renunciado a esfuerzos benéficos cuando no haberse corrompido permanecen en una dirección honesta y exigente. Debe ser difícil eso, Xiao. Es costoso pero no imposible. De vez en cuando sé de algunos que desaparecen pero lo hacen en la plenitud de su permanencia. Tal vez por ello siguen siendo permanentes faros para nuestra propia conducta. Cao, cuando oigas decir a más de un necio que estos o los otros hombres son iguales en cuanto a dejarse corromper, ignora a ese necio. Hay hombres que saben estar en un lugar digno toda su vida. 


NOTA.

*En recuerdo y homenaje muy póstumo a Jaime Bueno Pardo, entrañable amigo de viejos tiempos que las circunstancias de la vida nos mantuvieron alejados, y de cuyo fallecimiento he sabido dos años después. Fue un irrenunciable y tenaz defensor de lo que merece la pena defender.  




viernes, 13 de junio de 2025

Lo belicoso

 










No puedo negarte, Cao, que siempre me han atraído las obras públicas. Sean caminos o casas, acequias o pantanos creo que cualquier tipo de obra representa el lado constructivo de la aventura humana. Porque además de responder a la utilidad necesaria se pueden ejecutar de manera armoniosa y estética. Pero Xiao, antes decías que lo negativo, lo destructor, estaba arraigado en el alma de los hombres con más relieve que lo que es edificante. En bastantes ocasiones, Cao, piensa que ambas actitudes, crear y derribar, son pulsiones de las que no nos libramos ni individualmente ni en una reacción colectiva. Además, hay tiempos de la historia en que los hombres parece que nos inclináramos más por levantar y beneficiarnos de una tarea de paz y otros tiempos en que un comportamiento belicista nos pone en riesgo tanto a quienes lleven la iniciativa como a quienes sean víctimas de esa determinación. Xiao, ¿toda guerra es justa? Toda guerra es injusta por naturaleza, Cao, aunque no creo que guerra y paz repondan a criterio moral alguno, pues los contendientes opuestos de hecho se amparan en justificarla el uno contra el otro de igual manera. Pero sin embargo todo el mundo vive preparándose para ella. ¿No es una contradicción que puede llevar a desenlaces desastrosos, Xiao? Lo es, lo ha sido siempre, pero el belicismo no nos puede tomar nunca por sorpresa. Ya dijo aquel ancestral pero siempre vigente Sun Tzu, y habrás oído hablar de él, que toda guerra se basa en el engaño. Por eso, cuando seas capaz, finge incapacidad; cuando estés activo, inactividad. Cuando estés cerca, aparenta lejos; si estás lejos, que estás cerca. Y el engaño, la extensión de la mentira en general, la manipulación para influir y condicionar la opinión social, ya se produce antes de llegar al enfrentamiento. ¿Quieres decir, Xiao, que quienes se organizan para la guerra y en un determinado momento entran en ella primero están llevando una guerra interior, contra el mismo pueblo al que dicen que van a defender? Saca tus propias conclusiones, Cao, y aprende a preservarte de quienes dicen que con las armas obrarán por tu bien.




* Fotografía de Leni Riefenstahl

jueves, 12 de junio de 2025

Lo hundido

 


Lo bueno de estar en un rincón de la tienda de Qi hojeando papeles es que oyes comentarios. ¿Comentarios que no deberías, Cao? Yo no los busco, ellos me llegan a los oídos. 

He debido poner una sonrisa malévola porque Xiao, sin aprobar ni condenar mi actitud, parece estar expectante. Muy sagaz tú, dice, pero a ver, ¿qué has oído que te intrigue? Bien sabes, Xiao, que por allí pasan personajes peculiares, unos alardean, otros se muestran tímidos, los más bajan la voz ante ciertas confidencias. Y me sorprendió, y no entendía lo que quería decir, un tipo flacucho, con aire enfermizo y carente de gesto amable, que le comentaba a Qi que había perdido todas las batallas. Eso suena a grave y muy íntimo, Cao. Ya lo sé, por eso agucé el oído con discreción y hasta con respeto. No tengo experiencia suficiente para saber si de lo que se quejaba tenía base o era un lamento gratuito. Seguro que no era gratuito, Cao, sigue. Decía que todas las cosas que había hecho en su vida, y en las que había puesto tanta ilusión, no le habían salido bien. No solo que no le habían sido afortunadas sino por las que había tenido que pagar un precio. Bueno si no en todo él hizo hincapié en algunas en concretas. Cómo no había sabido cuidar las amistades. Cómo no se encontró nunca a gusto con su familia, donde el padre obraba tiránicamente. Cómo no había acertado al elegir sus amores. Cómo había sido traicionado en negocios que parecían limpios. Cómo la salud de la que había disfrutado de joven se había vuelto en su contra. Demasiados cómo, Cao, y se ve que oíste mucho, demasiado. Y al final, Xiao, ahogado en su propia angustia dijo aquello de que no había sabido estar nunca en el bando ganador. Que cuando parecía que una de sus elecciones iba para adelante algo cambiaba de pronto y se le venía abajo. Y que aunque resistía se sentía hundido. ¿A eso se refería con haber perdido todas las batallas? Me temo, Cao, que utilizamos términos bélicos para definir la vida, como si esta fuera un campo de batalla, una contienda, un enfrentamiento dentro y fuera de nosotros mismos. Suena duro y desagradable, Xiao. Xiao se piensa lo que va a responder. Luego, con lentitud y firmeza, da su veredicto. Las palabras traducen la severidad de los hechos y de las circunstancias. Acaso por esta vez te ha sido útil escuchar y, por supuesto, y aquí hace un guiño irónico, sin querer. Y muchas veces los términos guerreros interpretan la esencia de la vida con mayor claridad, por no decir exactitud, que los pacíficos. Da miedo lo que dices, Xiao. 

Pero Xiao se ha puesto a hablar con los albañiles que están reparando la acequia, acaso huyendo de la misma conversación que hemos mantenido.


 


* Fotografía de Jacques Henri Lartigue

martes, 10 de junio de 2025

Lo luctuoso

 










El otro día escuché a Qi decir que piensa cada vez con más frecuencia en la muerte. ¿Esa es buena o mala cosa, Xiao? Todo pensamiento sobre el devenir de la vida no me parece nunca mal, sobre todo si hay conciencia de ello. Qi tiene edad para percibir más cercano su destino. No es necesario que le acucie ningún tipo de enfermedad. ¿Te parece poca afección que haya visto caer a muchos de sus familiares o amigos? Por supuesto que no, Xiao. ¿Quieres decir entonces que cuando va muriendo gente del entorno es como si uno mismo estuviera viendo las orejas al lobo? Es sobre todo una sensación doble y opuesta, Cao. Por un lado te apena y en cierto modo te asusta ver desaparecer  a los conocidos. Pero por otra parte te elevas, y ya sé que es algo estúpido, al decirte: a mí no me está pasando todavía. Eh, Xiao, eso suena a consolación. Y no te consueles, Cao, no te consueles. La angustia por el hecho de lo que acaecerá siempre nos acompaña. Deberíamos reducir no tanto el pensamiento como el efecto sobre nuestro ánimo. Hay que evitar que sea un caballo desbocado. Pensando obsesivamente en circunstancias luctuosas nos restaría una parte de nuestra salud integral y por lo tanto de nuestras energías. Dar vueltas de modo recurrente al asunto debe ser solo una especie de juego. No podemos traicionar el instinto de supervivencia, al que además acompaña el disfrute que sea posible, ni rebajar la pasión por el conocimiento y la curiosidad. Me pregunto, Xiao, si conseguirá Qi sujetar el caballo o le estará arrastrando en el galope. Eso habría que preguntárselo a él, y acaso no se deje interpelar, pues ya sabes, Cao, que es muy discreto con lo que quiere. 

Xiao gusta de hablar de los temas duros sin remilgos. Se ha quedado abstraído. Por cierto, dice de repente, hace poco leí un relato de un escritor ruso, que precisamente me lo había proporcionado Qi. En él el protagonista, que se encuentra atormentado por los dolores extremos de una enfermedad sin cura, y además se siente incomprendido por el poco caso que le hacen los familiares, se deja invadir de pensamientos negros. Entonces el autor lo relata así: "...Padecía en soledad los mismos sufrimientos sin solución y daba vueltas en soledad a los mismos pensamientos también sin solución. ¿Qué era eso? ¿De verdad que eso era la muerte? Y una voz interior respondía: Sí, de verdad. ¿Por qué toda esa tortura? Y la voz respondía: Porque sí, no hay ningún motivo. No había nada más aparte de esto, nada más allá de esto". Xiao, ¿me dejarás leer esa novela?, parece interesante. Te la puedo prestar, Cao, aunque acaso no vas a comprender toda la tralla. El ruso la escribió al comienzo de la vejez, cuando ya la edad le iba abasteciendo de conclusiones más definitivas sobre la aventura de vivir y, sobre todo, de la finitud.




domingo, 8 de junio de 2025

Lo envidioso

 












¿Por qué muchos envidian posesiones y logros de los demás pero no sus aptitudes, Xiao? Debe ser, Cao, porque a primera vista una propiedad o una posición social destaca más que el valor y el mérito de la persona, digo yo, ¿no? Pero no te fíes, en el fondo es obvio que envidian a su vez la capacidad y el esfuerzo ajenos, si bien su propio cegamiento suspicaz les lleva a no admitirlo públicamente. Pero el envidioso, ¿envidia lo que tiene el otro o a la misma persona que es objeto de envidia? Yo diría que ambas cosas. Desearía disponer de los bienes o facultades del otro y como no los va a tener centra su recelo en la persona ajena. Pero eso, Xiao, tiene que envenenar al envidioso. Tiene que ser un tormento su vida. Lo es, Cao. Y te diré más. La envidia les conduce a sospechar de aquel que ha conseguido recursos o reconocimientos como si los hubiera obtenido de manera ilícita o vendiendo su alma al diablo. Pero también hay individuos que por obtener cualquier beneficio se venden al mejor postor, Xiao. También los hay, pero es otro tema. Todo afán de celo enfermizo respecto a otros implica tal vez un desajuste de sus emociones que se ve acompañada por una insuficiencia cuando no carencia moral. ¿Será, Xiao, que esos personajes tienen por nacimiento una tendencia a la envidia? Creo, Cao, que  quien más o quien menos nos sentimos tentados a envidiar a otros. Pero acaso si se reconduce esa tendencia con una comprensión razonada, y sobre todo ética, la obsesión pasará a un plano insignificante que no afectará negativamente a las pasiones. A mí me parece, Xiao, que es un desastre padecer de envidia y también puede serlo para quien es objeto de ella, por cuanto este puede ser agredido por el envidioso. Sin duda, el riesgo es para ambos, así que toma nota, Cao. 

Si yo te dijera, Xiao, que envidio tu temple, ¿qué dirías? Que envidiarías una apariencia o un error o un sistema de autodefensa, siempre circunstancial aunque parezca que forma parte de mi carácter. Y que estarías envidiando algo de mayor gravedad que si envidiases mi huerto o mi taller artesano. 


* Grabado de José Hernández

sábado, 7 de junio de 2025

Sin más palabras

 



El Roto hoy en El País.

(Por mi parte copio y pego al reflexivo El Roto y se lo dedico a las nuevas generaciones a las que les están volviendo a contar mentiras y a las viejas por olvidar y no enseñar la verdad a las nuevas)



jueves, 5 de junio de 2025

Lo infame

 










No te sorprendas, Cao, si te encuentras gente que practica la infamia pero la vende como nobleza. ¿Cómo es eso, Xiao? Ya ves. El canalla no gusta de reconocerse como tal aunque se porte con las conductas más arteras. Te señalará la luminosidad de un día de verano pero dirá que está cayendo la noche. Afirmará qué frío hace, aunque nos estamos asando. Proclamará lo bien que vivimos todos, aunque haya innumerables seres que se hundan en la miseria. Presumirá de la libertad multitudinaria si bien las cárceles estén a rebosar y los exilios vayan siempre a más. Pero eso no puede ser, Xiao, sería negar lo evidente. Pues el infame siempre niega lo evidente, Cao. Lo niega con rotundidad unas veces y otras reconduciendo a su interés particular lo que es obvio para todos. Y siempre haciendo de la mentira verdad. Bueno, su verdad, la inventada para lo que persigue. Pero, Xiao, él mismo queda en entredicho, la gente se dará cuenta. Oh, no creas. O sí, pero muchos aun sabiendo de la incongruencia malévola del infame acepta esa manera retorcida de contemplar el mundo. Negar la evidencia no tendría mayor importancia si se diera en una conversación divertida o superflua, sin trascendencia alguna,  pues todos caemos a veces en ese defecto. Pero ante hechos o situaciones determinantes adquiere un plano de gravedad perjudicial. Incluso para los propios seguidores de los infames. Xiao, eso les convertiría a estos en cómplices de sus maquinaciones. Por supuesto, Cao, ya está sucediendo, pero hay algo peor.  Se dejan tomar como idiotas, aceptan ser individuos sin personalidad propia y que además escupen contra su condición humilde.  ¿Hasta ese punto, Xiao? Mi amigo no duda y habla con la precisión que da la firmeza de pensamiento. Más allá de ese punto, dice. Cuando se ha traspasado el límite entre lo obvio y lo inventado y acto seguido se generan argumentos y situaciones de rencor y odio la infamia alcanza las cotas más inimaginables. Ya pasó otras veces. Pero la gente olvida. 

Ambos nos hemos quedado sin palabras. Como si el diálogo nos hubiera agotado. Xiao me mira con gesto de resignación. De pronto me motiva. Vamos a dar un paseo por el largo y florido camino de los almendros, propone.



* Fotografía de André Kertész.

miércoles, 4 de junio de 2025

Lo abrumador

 












Hoy Xiao está muy callado. Me ha dicho que no puede con el peso de la bóveda celeste. Y es que gusta de imágenes excelsas. Ya será menos, le he replicado. Pero él ha insistido con apatía. Ni siquiera puedo con la levedad de una de sus dovelas. Todo me abruma. El tráfago de gentes, el roce callejero, la vocinglería, la vaciedad de las palabras emitidas, la bulla de los mercaderes, las órdenes de los emisarios, las decisiones que los magistrados toman en mi nombre, las ansias desmedidas de muchos, la insensatez de otros. Mi propio pensamiento se me rebela y ramifica mi capacidad de entendimiento de las cosas. Así que compóntelas tú solo. Yo sería hoy un mal acompañante para quien tiene que descubrir aún el lado constructivo de la vida. ¿Ni siquiera puedo contar con tus comentarios triviales que tanto estimulan?, le digo más por animarle que por necesitar su guía. Ni siquiera. Es lo que tiene haber visto ya demasiado que no tiene solución o el haber dormido lo insuficiente sin recuperación. Ah, entonces es algo pasajero, Xiao. No sé. Es algo instalado y sin mucho aviso de que me vaya a abandonar.

He tomado una senda que va hasta los escarpes que acunan el torrente presuroso. Las margas lo vuelven más denso. El cielo, incierto. Serenidad. 



*Fotografía de John Heartfield


lunes, 2 de junio de 2025

Lo indeleble

 












Cao, no todo viene en los libros, acaso cada vez menos. Pero en las flores, y te sugiero que aproveches la primavera, hay mucho escrito. Si, ya sé lo que me vas a decir, Cao, que no reconoces todos sus signos. Pero están ahí, solo tienes que observar un rato, luego dejarte sorprender. Tal vez nunca los interpretes con la razón. Pero si te has emocionado un instante, si te ha envuelto su ritmo, si te ha embargado su despliegue es que has creado un vínculo con ese otro mundo. Pero, Xiao, es un mundo tan efímero el de las flores...Cuando te encaprichas con ellas empiezas a perderlas. Xiao hace una mueca de escepticismo. Pero, acaso, dice, ¿no sucede lo mismo con las relaciones humanas? ¿No son pasajeras las pasiones? ¿No son mutables los gustos?  ¿No es incierto el conocimiento? ¿No se tuercen las aspiraciones? ¿No es frágil la salud? Siento como que sus preguntas me bloquean. ¿Quieres decir, Xiao, que no hay nada indeleble? Eh, Xiao, escucha, espera. Pero Xiao se ha acercado a oler de cerca el campo de lavanda.



jueves, 29 de mayo de 2025

Lo mezquino

 







¿Sabes, Xiao, que el viejo Qi nos deja leer los libros de segunda mano que tiene en su chamarilería? Xiao pone gesto de sorpresa. No sabía que además de trastos viejos, arramblados de mala manera, tuviera también libros el viejo oportunista, dice. Pero me sorprende más que os deje tocar y leer las revistas y los libros de los que otros se han desprendido. ¿Desde cuándo se está volviendo comprensivo y generoso? Bueno, no creas, Xiao, nos deja pero nos controla. Nada de pasar las páginas con el dedo untado de saliva, ni de revolver las revistas y mucho menos que rasguemos las hojas. Si ve que alguno rompe las reglas le manda para casa. Todo el mundo sabe, Cao, que Xiangzi ha sido siempre un gruñón y un tipo hosco. Con cuántos vecinos del barrio no acabó mal en el pasado por sus maneras despóticas y poco amables. Pero sobre todo porque de tapadillo era el usurero al que muchos recurrían para aliviar sus deudas. ¿De dónde crees que sacó tantos muebles y utensilios y a veces cédulas de propiedad? ¿De recogerlos en la basura? ¿Regalo obtenido por una bonhomía y colaboración que desconocía? Pues hoy no parece el mismo del que me hablas, Xiao. Ciertamente, que ahora muestre un temple más comprensivo y hasta saque una mansedumbre ignota en él es algo inédito. O está enfermo o los años le han restado aquella altanería y maltrato con que se dirigía a la clientela. O bien ha tenido una revelación que se nos oculta, apostillé riendo. Mira, Cao, la revelación de Qi ha sido siempre hacerse con los bienes del prójimo. Pero el cuerpo habla sobre todo para quien lleva el propio y ve a saber si no se encuentra próximo al fin de sus días. Al fin y al cabo no tiene familia y puede que quiera recibir in extremis nuestra complacencia. De momento, si ha empezado por dejar que invadáis pacíficamente su tienda es buena señal. Pero sospecho que por mucho que haga ahora no va a cambiar la imagen que tenemos todos  de él. Por cierto, Cao, ¿sabes cómo le llaman muchos a Qi?  



*Fotografía de André Kertész.

martes, 27 de mayo de 2025

Lo narcisista

 












El rumor del arroyo en primavera despierta el instinto pero invita a la contemplación. Al borde del tramo de agua plácida juego con unos juncos. Me detengo y el remanso me devuelve con nitidez sorpresiva al personaje lúdico que soy. 

No te inclines demasiado, me dice Xiao. La culpa no la tendrá el río si te caes. Solo me quedo absorto por ver si me veo en el agua de otra manera a como me veis los demás, me defiendo. Xiao sonríe. ¿Crees que el reflejo de nuestro rostro nos aporta la mirada acertada sobre nosotros mismos? La búsqueda de nuestra imagen aparente difumina nuestra propia verdad y no nos hace ver cómo somos. Me rebelo y hago valer mi gesto. Pues yo al mirarme me divierto y no creo que haga daño a nadie por ello. Xiao parece apiadarse de mí. Por supuesto, Cao, si te diviertes al contemplarte es porque te burlas y he ahí una manera de ser auténtico contigo mismo. Pero no sucede lo mismo cuando te presentas ante alguien. Piensa más bien que cualquier postura que ofrezcamos sabiendo que nos observan es algo apostado. La naturalidad no es siempre tal. Muchas veces se trata de algo aparente. Es como una actuación. Solo el instante improvisado que nos coge por sorpresa dice del tipo de persona que somos ralmente, aunque no todo el mundo sepa apreciarlo. ¿Quieres decir, Xiao, que para conocer a otros debo estar más atento a sus reacciones incontroladas? Por ejemplo, Cao. Cuando otros se ponen en guardia, o nosotros mismos, representan un guion de normalidad social que puede reprimir y ocultar su personalidad. Pero eso ya lo irás descubriendo. Incluso lo utilizarás como recurso para defenderte en la maraña de relaciones que es la vida. 

No entiendo muy bien a Xiao pero sus opiniones las ofrece con serenidad y dulzura. Si todo va a ser tan complicado, digo arañando con el junco la corriente, mejor hago las preguntas al río. A medida que agito el agua mi imagen oscila, se desvirtúa. ¿Seré yo también el mismo personaje que se diluye en el arroyo? Pero Xiao se ha alejado persiguiendo como un niño el vuelo de una libélula.



*Fotografía de André Kertész


NOTA

Si tardo en responder o no respondo es debido a problemas del mundo Blogger. Espero que sea pasajero. De cualquier modo vuestras opiniones las considero y me resultan útiles. Vale.


sábado, 24 de mayo de 2025

Lo ubicuo

 










¿Sabes, Cao? Ese hombre de ahí, me dice Xiao señalándome un individuo de mediana edad embebido en la lectura de un libro, posee el don de la ubicuidad. ¿Cómo es eso, Xiao? Yo le veo sentado bajo la higuera todos los días y haciendo lo mismo. Si está ahí no puede estar en otra parte, y apenas se desvía unos metros de su casa. Xiao esboza una media sonrisa. Probablemente se mueva más que tú y yo, que presumimos de paseos y de encontrarnos con conocidos. Probablemente sus viajes sean más enriquecedores que los nuestros, que no pasan de ser recorridos urbanos donde vemos a prácticamente la misma gente todos los días. Probablemente los paisajes y las ciudades se desplieguen ante su mirada con mayor diversidad que las calles que pisamos nosotros. Probablemente los idiomas se le ofrezcan con mayor fluidez que el nuestro, que tanto reducimos. No puede ser, Xiao. No es una divinidad ni benefactora ni maléfica, sino un simple y común vecino de este barrio. Ve a saber, Cao. Puede que también sepa mucho de obrar con bien y de actuar con mal, según se lo pida su criterio. Pero si tú no crees en esas invenciones sobre seres fantásticos, Xiao. Yo no, pero él puede que sí o, acaso mejor dicho, él crea sobre todo en la evolución de su propio pensamiento que sabe distinguir lo que conviene y lo que no conviene. Xiao me genera cada vez más inquietud. Decido romper su misteriosa plática. ¿No podemos nosotros ser también ubicuos como él?, y no quito ojo a la postura inamovible del hombre sumergido en el libro. Supongo que sí, Cao. ¿Le preguntamos cómo lo consigue?, me atrevo a proponer. Xiao me pausa. Mejor no interrumpir su ejercicio. Tal vez no esté ahora aquí ni hablando en nuestra lengua ni se reconozca en quienes pasan junto a él. Creo que la respuesta a tu pregunta nos la ofrece implícita y explícitamente este ausente de la higuera.   


 

*Fotografía de André Kertész

jueves, 22 de mayo de 2025

Lo venenoso

 



Qué rareza, dije al encontrar aquella flor diferente a las otras. Sus pétalos parecen tan frágiles y tan sedosos como los de las bermejas. Ya había alargado la mano para acariciarla cuando el viejo Xiao fue imperativo. Para, Cao. Mira y contempla, pero no la toques. Si entre todas las rojas esta es la excepción puede que guarde algún peligro. Hay hombres que la buscan con avidez y se dirigen a los campos que su albura los cubre como si fuera nieve. ¿Por qué las buscan allí si tienen peligro?, pregunté a Xiao. El hombre sonrió. Hay personas que no solo aman el peligro sino que buscan envenenarse con él y de paso emponzoñar cuanto les rodea, sean personas o circunstancias. Y lo peor es que tienen adicción, pues debes ir sabiendo que el mal no existe por sí mismo, pero la maldad de los hombres crece con la familiaridad con que se desarrollan los cuerpos. Xiao, y eso ¿depende de las flores blancas?, pregunté con ingenuidad. Yo diría que más bien de las almas negras, respondió enigmático el viejo botánico.



*Fotografía de Inés González.

martes, 20 de mayo de 2025

Revelación

 



Los últimos días de mi vida 
unas voces me hablaron: 
vuelves a nacer y ella vendrá a ti. 
Abrirá los surcos y alzará las olas. 
Su viento agitará crines de ébano. 
Ha domesticado la tormenta 
y pondrá en las yemas de tus dedos 
una señal encendida. 

Abandona cuantos sueños de eternidad 
te haya propuesto el destino 
a cambio de su mano tendida.



viernes, 16 de mayo de 2025

Opinar, ¿para qué?

 


 

Max se me presenta sin ímpetu. No es el mismo. No sé si detrás ha tenido un sueño placentero o es que se está volviendo abúlico. Mientras vierte café en una taza yo le escucho expectante. Hay mañanas en que te levantas y piensas: opinar ¿para qué? Observo un rictus de rendición en el rostro, más allá de sus palabras, y me preocupa. ¿Tuviste alguna revelación negativa en tus sueños?, le digo bromeando. Sorbe de la taza. Puede ser, replica lamiéndose los labios. Los sueños saben traducir lo que la razón de la conciencia a veces nos bloquea. ¿No será a la inversa?, le objeto. Puede ser también, me concede. 

Se muestra tan lacónico que temo alguna incidencia. A ver, ¿qué te ha sucedido que no te pasara el día anterior? Permanece manso, autocontenido pero sin esfuerzo. Eso es lo peor de todo, dice, que no hay más que una sucesión de lo que parece irremediable. La incomprensión de los acontecimientos que vives. La desapacibilidad producida por la degeneración de la convivencia. El temor a la propia fragilidad a medida que los años avanzan y ya no eres el que fuiste una vez. El abandono del diálogo tranquilo tal como aprendimos a fecundar en otros tiempos no menos duros. El desasosiego por no saber hilar con más paciencia la racionalidad que este mundo complejo nos exige. ¿Sabes? Sería más fácil si claudicase uno y se entregara de nuevo a utopías obsoletas, a religiones que prometen mundos en los que ya no existes, a magias esotéricas que te endulzan el instante pero no el momento siguiente, a contemplaciones estéticas que te extasían pero que te conducen a plantearte nuevas preguntas sin fin. Y si hay que elegir, yo elijo esta última opción. 

Hay un reposo en las palabras de Max. Lo aprovecho. Podrías plantearte reverdecer la pasión, amar nuevamente, no eres tan viejo. He debido poner cara risueña porque Max arranca en una carcajada que de pronto corta en seco. Podría, dice. Pero ¿como flor de un día? ¿Como una senda laberíntica donde nunca llegas a nada? ¿Como una maraña en la que no es difícil entrar pero de la que no sale indemne?

Max señala la cafetera. Con o sin tu permiso, me sirvo otra taza. Tal vez necesito ponerme nervioso para aguijonear la indiferencia. Tú, ¿indiferente?, le ataco. No te imagino. Max sorbe y mira a la mesa desordenada. ¿Qué estás leyendo estos días?, pregunta.

 

 

*Grabado de José Hernández